Perita: ENEMICÍSIMO



Garbanzos a la leña - Félix Albo

A finales de los ochenta, en plena manifestación de estudiantes, los nacionales comenzaron a disparar pelotas de goma a las primeras filas. Primero cargaban contra ellos haciéndolos retroceder. Luego, desde la distancia conseguida, daban disparos con un fragor que creaba conmoción. No disparaban recto, al grupo; a menudo disparaban a un lado de la calle, para que la pelota comenzara a rebotar y fuera imprevisible su trayectoria y su destino.

Los grupos de manifestantes, corrían del ruido, tratando de esquivar los golpes y también los pelotazos. 

Analía estaba allí. Había ido con César y Juan, dos compañeros del trabajo de su marido, pero con las carreras los había perdido. No era lo que más le preocupaba en ese momento. Seguía corriendo en un tropel que iba perdiendo gente con la carrera y estaba llegando ya a las primeras calles del casco viejo de la ciudad. 

Un grupo de unos quince nacionales les perseguía con la intención manifiesta de darles alcance. 

Analía se dio cuenta de que ellos solo eran seis o siete y esto sí empezó a preocuparle. 

De repente, en una calle estrecha, unos brazos tiraron de ella al pasar por un portal. Fue tan rápido que no pudo reaccionar. Tampoco gritó porque ante ella tenía una vieja pequeña y desdentada que le repetía garbanzos, garbanzos y le hacía gestos rápidos con la mano para que la siguiera mientras daba zancadas escaleras arriba.

Cuando Analía llegó hasta el cuarto piso se encontró una casa llena de abuelos y abuelas emocionadas asomándose a ventanas y balcones desde donde veían que la policía doblaba la esquina en ese momento. 

La mujer pequeña le decía ¿Vienen con leña? pues les damos garbanzos y tiró de ella hacia un balcón. Allí le dio un paquete abierto de garbanzos mientras repetía ¿Vienen con leña? pues les damos garbanzos, garbanzos.

Y en seguida le invitó a imitarla vaciando el paquete de garbanzos desde el balcón hacia la calle mientras chillaba Aleeeeeeii los garbanzos a la leña. Analía hizo lo mismo a la vez que se daba cuenta de que otros vecinos de otros edificios lo hacían también. 

Tiraban garbanzos desde sus casas. Algunos gritaban ¡¡Viva la regarbanzolución!!

Ya estaba riendo antes de mirar hacia abajo y comprobar cómo blandiendo sus porras, andaban los nacionales en una extraña pero divertidísima danza hasta caer de bruces o de culo para después intentar levantarse y volver a caer solos o mal abrazados a alguno de sus compañeros. También acabaron riendo ellos y un par de manifestantes a quienes había alcanzado el garbanzochaparranón.

Una cosa es una cosa, y otra convertirse en enemicísimo de la gente -decía la abuela.

Analía cumplió 69 años y le brillan los ojos al recordarlo. Sigue sintiéndose, desde aquel día, regarbanzolucionaria y cuando va a las manifestaciones lleva simbólicamente un puñado de garbanzos con los que juega con los dedos de su mano izquierda metida en el bolsillo mientras camina. 

Lleva siempre consigo ese puñado.

Y también dos paquetes de kilo en el bolso. Por si aparece el enemicísimo; garbancearle y acabar bailando.

enemicísimo.

(Del lat. inimicissĭmus).

1. adj. sup. de enemigo.



A falta de peritas, buenos son garbanzos. Será el otoño. 
Aquí estamos, rebrotando, retoñando, retallando, erre que erre.

Feliz semana. Feliz luna, la de esta noche, no te la pierdas. 

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